domingo, marzo 20, 2005
Confesiones de asesinos
Extracto de Algarabía, no. 16, pp. 46 a 53
Algunas de las confesiones de asesinos (¿por qué mató a su victima?):
Algunas de las confesiones de asesinos (¿por qué mató a su victima?):
- —Antes muerta— me dijo. ¡Y yo lo único que quería era darle gusto!
- Lo maté en sueños y luego no pude hacer nada hasta que lo maté de verdad. Sin remedio.
- La hendí de abajo arriba, como si fuese una res, porque miraba indiferente el techo imentras hacía el amor.
- Era tan feo el pobre, que cada vez que me lo encontraba, parecía un insulto. Todo tiene su límite.
- ¿Usted no ha matado nunca a alguien, por aburrimiento, por no saber qué hacer? Es divertido.
- Lo maté porque estaba seguro de que nadie me veía.
- Le pedí El excélsior y me trajo El popular. Le pedí delicados y me trajo Chesterfield. Le pedí una cerveza clara y me trajo una negra. La sangre y la cerveza, reveltas por el suelo, no son una buena combinación.
- ¡Era safe, señor! Se lo digo por la salud de mi madrecita, que en gloria esté... Lo que pasa es que aquel ampayer la tenía tomada con nosotros. En mi vida he pegado un batazo con más ganas. Le volaron los sesos como atole con fresa. [no mames]
- De mí no se ríe nadie. Por lo menos ése ya no.
- ¿Qué quieren? Estaba agachado. Me presentaba la popa de una manera tan ridícula, tan a mano, que no pude resistir la tentación de empujarle...
- Había terminado la tarea, no crean que fue cosa fácil ocho días para poner en limpio aquel plano. A la mañana siguiente eran las pruebas semestrales. Aquel pendejo, que va, y viene a tirar su tiralíneas en mi botella de tinta china y la deja caer sobre mi plano... Fue natural: le planté en compás en el estómago.